El
estoicismo es una doctrina filosófica que sostiene que para alcanzar la
felicidad, el ser humano precisa tener un control supremo sobre su personalidad.
Aspira por tanto a la formación de un carácter tan fuerte que tenga potestad
sobre todas las circunstancias de la vida, y al que no afecte nada que provenga
del exterior. En palabras de Zenón de Citio, se trata de que el
pensamiento sea más fuerte que la materia, y la voluntad más poderosa que el
sufrimiento físico o moral.
Del
sabio estoico se espera que actúe con serenidad e imperturbabilidad sea cual
sea su realidad vital: no deben afectarle la pobreza o la riqueza; el honor o
la infamia; la salud o la enfermedad; el éxito o el fracaso. Para el buen estoico,
todo esto constituyen accidentes ajenos a su persona, que se escapan de lo
único que realmente puede controlar: su propio carácter.
Mediante
el absoluto dominio de sí mismo, el estoico espera llegar a la ataraxia, un
estado de ánimo impasible ante las adversidades de la vida. Se trata de lograr
la calma pese a cualquier infortunio. El filósofo sabe que va a sufrir y a
morir, pero sigue creyendo que puede elegir su actitud ante la desgracia. Dice
Epicteto:
He
de morir. ¿Acaso ha de ser gimiendo? Ser llevado a prisión. ¿Acaso ha de ser
lamentándome? Ser exiliado. ¿Habrá quien me impida hacerlo riendo, de buen
humor y tranquilo?
Cualquier
lector puede advertir la dificultad que conlleva alcanzar este ideal. Somos
humanos, somos sensibles, y las circunstancias de la vida nos afectan
profundamente. Descartamos por el momento la posibilidad
de afrontar con serenidad los grandes problemas de la existencia. Pero podemos
intentar beneficiarnos de un talante estoico para las pequeñas dificultades y contrariedades
que surgen cada día, dando una importancia relativa a las cosas, y no sintiendo
angustia, ira o tristeza por los acontecimientos adversos de escasa
importancia.
Como
dijo el ilustre Epicteto: “Hay que empezar por las cosas pequeñas: se vierte el
aceite, te roban el vino… Responde que por ese precio no vendes tu
impasibilidad e imperturbabilidad”.
En
consecuencia, si consideramos que la tranquilidad y el sosiego son deseables para
la persona, llevemos en mente la frase de Epicteto e intentemos no alterar el
buen ánimo por nimiedades y perder nuestra compostura ante cualquier contratiempo:
seamos capaces de decidir qué sucesos deben perturbar nuestra paz interior y cuáles
no.
Responda
pues cada cual consigo mismo a la pregunta planteada por Epicteto: ¿A qué
precio vendo mi buen humor y mi felicidad?
¿Será
suficiente una leve pérdida material o afectiva (un poco de dinero, algún
objeto u objetivo que poseemos o codiciamos, un problema laboral o en nuestro
entorno, etc.) para que perdamos, aunque sea momentáneamente el bienestar y la
alegría?
En
suma: ¿Qué valor concedo a sentirme bien cada instante?, ¿Debo permitir que un hecho
negativo condicione mi estado anímico?, ¿Puedo decidir mi forma de hacer frente
a los acontecimientos?
Sí, la verdad es que también pienso que es deseable practicar la ética estoica y el estoicismo ante los avatares de la vida. No siempre es fácil, y exige una reflexión previa, a la que nos invitas: ¿realmente tiene sentido que algo que no depende de mí me afecte hasta el punto de hacerme sufrir? En primer lugar, relativizar; luego, ser conscientes de que sólo una pequeña, una pequeñísima parcela de mi entorno depende de mí. No obstante, la impasibilidad no debe confundirse con la inacción o la indiferencia. La impasibilidad es una respuesta ante lo que me pasa en la vida; sólo que tiene la ventaja respecto a otras respuestas como la desesperación o la frustración de no sumar más dolor del que ya provoca el propio infortunio. Excelente entrada filosófica para un historiador.
ResponderEliminarBuenos días David.
ResponderEliminarAgradezco tus comentarios, que siempre aportan ideas de gran interés. Me ha gustado mucho la definición que haces de la impasibilidad y el significado que le atribuyes: me parece una reflexión muy acertada: gracias y enhorabuena!
Ya sabes que me encanta siempre compartir contigo ideas, amigo. Un fuerte abrazo y nos vemos a la vuelta.
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