Boecio fue un filósofo de la Antigüedad cuya vida me
parece especialmente interesante. En grandes líneas su biografía podría
resumirse como sigue:
Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio nació en torno al año 480, en el momento de la
desaparición del imperio romano de occidente. Provenía de una antigua y
poderosa familia, que le proporcionó una
esmerada educación y facilitó su ascenso social. Boecio llegó a ser cónsul en
el año 510 y primer ministro del rey ostrogodo Teodorico el grande. En torno al
año 524 fue acusado de conspirar en favor del imperio bizantino, por lo que fue
encarcelado y posteriormente torturado y decapitado. Durante los meses que
estuvo prisionero, aguardando su ejecución, escribió una obra titulada La consolación de la filosofía, en la que
sostiene que la felicidad no depende de los avatares de la fortuna, sino que se
consigue viviendo una vida virtuosa.
Más allá de este reducido repaso por su trayectoria
vital, creo que hay en la vida y obra de Boecio múltiples lecciones de utilidad
para los lectores contemporáneos. En primer lugar, el periodo histórico en que vivió resulta fascinante, pues se enmarca en plena transición entre el final
del imperio romano y lo que podrían considerarse como los albores
de la Edad Media en Europa. Se trata de un mundo que asistió a cambios y
transformaciones muy importantes, pero en el que al mismo tiempo persistieron
numerosas continuidades de la sociedad y la cultura latina: Roma no se
construyó en un día, y su legado tampoco desapareció repentinamente, sino que
las esencias de la romanidad convivieron largo tiempo con las nuevas formas y
costumbres propias de los pueblos germánicos.
La vida de Boecio estuvo marcada por el estudio y
por la actividad política. Leyó a los grandes autores griegos y latinos y
participó desde primera línea en las actividades del gobierno. Durante mucho
tiempo disfrutó de los mayores éxitos: experimentó la fama, la riqueza, los
honores, el reconocimiento social, etc. En definitiva, Boecio tuvo una vida privilegiada.
En mi opinión, estas circunstancias tan positivas
debieron hacer que Boecio se considerase feliz y afortunado. Pero sus
inclinaciones filosóficas y sus vastos conocimientos de la condición humana sin
duda hicieron que Boecio no fuese una persona de las que se dejan llevar por
las apariencias o las frivolidades, sino de aquellas que reflexionan
continuamente acerca de qué es lo verdaderamente importante.
Para él, la ética fue materia de constante estudio y
meditación, y trató de seguir una serie de valores y pensamientos que le encaminaran
hacia un modelo vital en el que los verdaderos bienes son aquellos que proceden
del propio comportamiento y actitud, siendo todo lo externo a ello
circunstancias accesorias.
Desgraciadamente, Boecio tuvo oportunidad de poner a prueba sus convicciones morales y su fortaleza mental, puesto que desde la cumbre de la felicidad fue arrastrado bruscamente hasta la peor de las situaciones posibles: la del reo condenado a muerte que espera que llegue el día de su ajusticiamiento.
Desgraciadamente, Boecio tuvo oportunidad de poner a prueba sus convicciones morales y su fortaleza mental, puesto que desde la cumbre de la felicidad fue arrastrado bruscamente hasta la peor de las situaciones posibles: la del reo condenado a muerte que espera que llegue el día de su ajusticiamiento.
Durante su estancia en prisión y mientras aguardaba a ser ejecutado, Boecio decidió emplear sus últimos momentos en plasmar por escrito sus pensamientos. Como resultado tenemos una obra magnífica y conmovedora: La consolación de la filosofía.
En la próxima
entrada mostraré una recopilación de pasajes escogidos de esta obra.