Tras un tiempo en que los
estudios y otras ocupaciones me han hecho descuidar el blog, presento una entrada que va a dedicarse a un libro que he leído recientemente. Su autor es Stephen Greenblatt y
se titula: El Giro. De cómo un manuscrito
olvidado contribuyó a crear el mundo moderno. Barcelona, Crítica, 2012.
Esta obra explica la
influencia de las doctrinas filosóficas epicúreas de Lucrecio en el Renacimiento
y la Edad Moderna a partir de 1417 cuando el humanista florentino Poggio
Braciolini (descubridor también de Quintiliano y Vitrubio), encontró un
manuscrito del De rerum natura, obra perdida desde la Antigüedad. Todo ello forma parte en un marco
mucho mayor, el de la enorme influencia de la cultura grecolatina en Occidente,
que al parecer de Greenblatt tuvo una fundamental importancia para la creación
de nuestro mundo moderno. Todo ello parte de la nueva actitud hacia los clásicos de los
humanistas, que los usaron para transformar la sociedad de su tiempo.
Este hecho lo expresa a la
perfección una carta de Francesco Barbaro a Poggio, reconociendo la inmensa utilidad
de los redescubiertos autores clásicos: … “¡A cuántos hombres ilustres y
sabios, muertos para la eternidad has revivido, gracias a cuyo ingenio, a cuyas
doctrinas no solo nosotros podremos vivir noble y honrosamente, sino también
nuestros descendientes!”.
En el caso de Lucrecio, el descubrimiento
de su obra supuso un renacer del epicureísmo, que había sido difamado y
enterrado por la Iglesia por ideas como la indiferencia hacia los dioses, que
ni los seres humanos ni La Tierra son el centro del universo, que el alma muere
y no existe el más allá, que las religiones son ilusiones de la superstición,
etc. Para Lucrecio, Epicuro era un mesías que había librado a la humanidad de
su miseria al proclamar que el fin supremo de la vida es la potenciación del
placer y la reducción del dolor.
Lo cierto es algunas doctrinas del epicureísmo
contribuyeron a trasformar el mundo
moderno y fueron muy influyentes en autores como Tomás Moro, Moliere, Montaigne,
Giordano Bruno y otros intelectuales,
llevando a actitudes de rechazo de la omnipotencia de la providencia divina, el
atomismo, el desarrollo de una visión filosófica de la vida, el escepticismo,
materialismo y racionalismo, la supremacía de la ciencia sobre la fe, etc.
El propio Thomas Jefferson fue un
gran admirador de Lucrecio y su afortunada fórmula de “la búsqueda de la
felicidad individual” de la declaración de Independencia de los Estados Unidos es
un eco del epicureísmo. De hecho, al ser cuestionado sobre su filosofía de
vida, Jefferson escribió. “Yo, soy un epicúreo”.
En suma, la obra de Greenblatt realiza
un elogio del humanismo de la cultura clásica y renacentista: de sus ambiciones
intelectuales, de su sed de conocimiento, de su curiosidad por el mundo natural
y por la ética, por la búsqueda de respuestas a los interrogantes de la vida al
margen de una divinidad. Como escribió Flaubert, “Hubo un momento de la
historia, entre Cicerón y Marco Aurelio, en el que los antiguos dioses se
habían olvidado, y aún no había llegado Jesucristo. En ese momento, estaba solo
el hombre”.