martes, 7 de octubre de 2014

La vida sencilla de Sócrates



El filósofo ateniense Sócrates personifica quizá mejor que ningún otro personaje de la Antiguedad el ideal intelectual del mundo clásico.

Entre sus virtudes y cualidades más destacables, junto a su capacidad argumentativa, su habilidad dialéctica, o la firmeza inquebrantable de sus principios, sobresalen asimismo su carácter austero y la sobriedad y sencillez de su modo de vida.


Son muchas las anécdotas y relatos a este respecto que se recogen en las fuentes antiguas, o que se atribuyeron a Sócrates posteriormente, por parte de autores medievales o renacentistas, que asociaron a su nombre ejemplos notables de esta cualidad. En esta entrada voy a mencionar algunas narraciones breves que tratan sobre este tema.

 
Hay
escritos que hablan de la frugalidad de Sócrates y su moderación en la comida y la bebida: parece que Sócrates comía habitualmente poco, y su apetito quedaba satisfecho con las más humildes recetas. En el beber también era moderado y aunque gustaba de saborear el vino, se cuenta que nunca se dejó llevar por la embriaguez. En El Banquete, Platón relata por boca de Alcibíades que sirviendo como soldado,  Sócrates destacó sobre todos “por su paciencia para soportar las fatigas y penalidades. Si como suele ocurrir en campaña nos faltaban víveres, Sócrates soportaba el hambre y la sed mucho mejor que todos nosotros, y si teníamos abundancia, sabía disfrutar de ella mejor que los demás”.

En la misma obra hay una alusión a su modestia en el vestido: Sócrates solía caminar descalzo por Atenas vistiendo únicamente una capa, y lo mismo hizo en la mencionada campaña:

En aquel país es el invierno sumamente riguroso y el modo de resistir de Sócrates el frío era prodigioso. Cuando helaba más y nadie se atrevía a salir de sus alojamientos, o si salía era muy abrigado, bien calzado y los pies envueltos en fieltro o en pieles de oveja, no dejaba de entrar y salir con la misma capa que tenía la costumbre de llevar, y con los pies descalzos marchaba más cómodamente sobre el hielo que nosotros que íbamos bien calzados, tanto, que los soldados le miraban con malos ojos, creyendo que los desafiaba. Tal fue Sócrates entre las tropas”.

Sócrates persistió en esta costumbre hasta el momento de su muerte, cuando se narra que un amigo le ofreció vestir su cadáver con finos ropajes púrpuras, algo que el filósofo rechazó argumentando que muerto no tendría necesidad de algo de lo que no se había preocupado estando en vida.

En otro relato, se nos presenta a Sócrates paseando por un gran mercado repleto de productos de todo tipo: artesanías variadas, importaciones de todos los rincones del Mediterráneo, artículos de lujo, animales exóticos, objetos de adorno, prendas de vestir, armas, y todos aquellos bienes y materiales imaginables que ocupaban decenas de puestos atendidos por mercaderes de infinidad de naciones. Acabado su recorrido por la magnífica exposición sin haber adquirido nada, Sócrates se mostró sorprendido por "la inmensa cantidad de cosas que no necesito". En suma, tal era la austeridad de su modo de vida que se decía que si Sócrates tuviera un esclavo, este huiría para no tener que vivir como su amo. 



Así, estos y otros relatos (reales o inventados) ilustran la sencilla filosofía vital de Sócrates y su escaso aprecio por las posesiones materiales. Y es que, al parecer de Sócrates, los auténticos bienes, aquellos realmente deseables, son aquellos que provienen del cultivo de la personalidad. Esto es, de la adquisición tanto de los conocimientos como de las virtudes del ánimo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario